Iban tres a cero.
El descampado parecía el mejor sitio para jugar. Para ser un siete a
siete era muy cómodo el lugar. La tierra se levantaba en las pisadas
de los chicos que corrían de un lado a otro en busca del balón.
Todo eran gritos risas y piques.
Llevaban hora y
media jugando. El equipo de Carlos iba ganando. Habían hecho las
porterías con dos botellas de Coca-Cola que había proporcionado
Fede, el chico de gafas que nunca era portero por tener gafas.
Carlos era
delantero y lo conocían por Mini-Messi, ya que metía los mejores
goles. El equipo en el que él estuviera, ganaba, y el golazo que
acababa de meter había dejado a todos con la boca abierta.
Le habían
ofrecido en cientos de ocasiones unirse al equipo federado de la
ciudad, pero siempre se había negado, él quería seguir jugando de
vez en cuando al fútbol en la calle con los amigos, no quería
dedicarse a aquello. Él quería ser periodista, como su madre.
Algunos profesores le recomendaban que fuese médico, pues era el
primero de su promoción en todas las evaluaciones. Nadie había
conseguido igualarle, cuanto más, superarle, pero él seguía con su
empeño del periodismo.
El balón salió
fuera. Pedro Santana sacó pasándosela a Tere, ella se la pasó a
Darío, y Darío a Isma. Entonces, el chico comenzó a correr por la
banda, y cuando llegó al lado de la portería, se la pasó a Carlos,
que remató con la punta. El balón se acercó al portero, y éste se
tiró para intentar pararla. Pero la pelota rozó sus dedos y entró
en la portería.
Como ésta era
improvisada, la pelota no se detuvo hasta caer entre unos matorrales
más allá, a unos veinte metros.
El equipo celebró
el gol de Carlos, todos estaban muy contentos.
- Oye Mini-Messi, - dijo Pablo, un chico del otro equipo, con mal humor – “la ley de la botella, el que la saca va a por ella”. - era un dicho muy antiguo, todos sabían lo que significaba: que Carlos tenía que ir a por el balón. Llegó al lugar. Empezó a buscar entre los matorrales cuando el colgante que le había regalado Alba la noche anterior dio un destello.
El chico se
estremeció de alegría. Cerró los ojos y escuchó su voz en su
cabeza, “Carlos...Carlos...” Sabía, por alguna razón, que no le
llamaba para verse, sino que simplemente quería que él le diera
apoyo, lo hizo. “Estoy contigo Alba, estoy aquí...”. Sintió que
el corazón de su amiga se tranquilizaba y vio su sonrisa en su
mente. Pensó en sus ojos, y seguidamente en lo que le había dicho
aquella noche. “Yo también pienso en ti, en tus ojos, en tu
olor...” “...tú eres para mí Carlos, el chico con los ojos de
cielo, que me encandila con su mirada”.
Quiso decirle lo
que sentía, pero se arrepintió, no quería agobiarla, pero algo
debía de sentir ella para decirle aquello... “Ella sí que es el
cielo...” pensó. Entonces se dio cuenta de que Tere le gritaba
desde el campo:
- ¡Carlos, vamos, que no tenemos todo el día! - el chico reaccionó. Cogió la pelota y echó a correr de vuelta al campo.
Al llegar, le
echó el balón a Pablo, éste se le quedó mirando. Carlos hizo caso
omiso al chico y se dirigió al capitán del equipo contrario, Nacho.
- ¿Cuanto vamos? - preguntó.
- Cuatro a cero. - respondió un poco enfurruñado.
- El que marque gana. - dijo Carlos seriamente.
- Amén – replicó el chico.
Todos se
dispusieron en sus posiciones. Nacho sacó de centro del campo. Se la
pasó a Javi, y Javi a Hugo. Hugo chutó pero le salió mal la jugada
y fue Tere la que recibió el balón. La chica, que era la única
chica que jugaba, y además era una defensa excelente, la pasó a
Quique, que estaba de delantero, éste se la pasó a Darío, que
avanzó un poco y se la pasó a Dani, que centró, y luego, Carlos,
que estaba esperando esa jugada, chutó y...
- ¡Gol! - gritaron todos los del equipo de Carlos. Los contrarios, fastidiados, asumieron la paliza que les habían dado. Pero realmente sabían que no iban a ganar, no con Carlos en el equipo contrario.By: Lucía López. Autora del blog.
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